Tu dilatada vida llena de plenitud hasta los últimos meses, no
ha sido sin embargo nada fácil y quizás por ello, hemos tenido la necesidad de mantener
una muy estrecha relación de padre e hijo. Recuerdo con añoranza las largas conversaciones en las tardes del último
invierno, en las que me comentabas tus penurias en tu infancia allá en el
pueblo. Te lamentabas de las carestías y el enorme sacrificio para salir
adelante en aquella España de la posguerra.
Me duele enormemente haberte perdido, a pesar de que existe el convencimiento social de que la muerte de los
padres es algo natural producto de la impecable ley de la biología. Pero una cosa es la naturaleza y otra bien distinta los
sentimientos, y tu pérdida no es un hecho natural, sino un corte en el vínculo
familiar que me deja huérfano en la vida, aunque sea mayor y tenga familia.
En mi corazón está gravado tu nombre para recordarte el
resto de mi vida y el me deberá iniciar a
caminar por el sendero de la vida sin tu sabio consejo. Será difícil, pero he
tenido un gran maestro y solo deberé recordarte para coger siempre el camino
más apropiado. Jamás te olvidaré. DEP.

