Durante muchos siglos se ha tenido a la Sagrada Familia como modelo de la familia ideal, descrita en villancicos populares y retratada por infinidad de pintores. Si bien el machismo es evidente en estas abstracciones, no es menos cierto que nos hace imaginar un clima de paz y felicidad, deseable por cualquier ser humano.
La Virgen María, con su divinas manos, lavaba los pañales de su Niño y le quedaba tiempo para adorarle, para cantarle, para dormirle, para abrazarle, para criarle...
Ahora, la nueva familia viene representada por una pareja que, muy de mañana, sale cada uno por su sitio a su puesto de trabajo. Cuando llevan algunos años casados alguien les recuerda que, dejando de tomar anticonceptivos, pueden tener un hijo. Un día la señora se pone muy gorda, no teniendo más remedio que dejar de trabajar unos meses, lo justo para parir y recuperarse un poco. Pronto harán madrugar al niño que metido en un saco guateado de vivos colores, será transportado a la bendita guardería. En otros casos, la abuela o quizá una muchacha llegará al propio domicilio, ejerciendo de madrastra hasta que vuelva la susodicha mamá. La madre, trabajadora desde que dejó los estudios, no renunciaría a su ocupación, a su salario, a su rutina; para evitar así las depresiones que han sufrido algunas compañeras, al convertirse en amas de casa.
Sin darse cuenta pasará la infancia de este niño, y un día, viéndole tan mayor, sentirá que los fines de semana les han sabido a poco para disfrutar de la inocencia del hijo de sus entrañas. Mas el día de mañana, que está a la vuelta de la esquina, convierte a esta criatura en un hombre o una mujer y a los padres en dos viejecitos, como es ley de vida. Las ocupaciones y devaneos de estos nuevos adultos no dejarán tiempo ni ganas para atender, debidamente, a sus mayores, por lo que, de una forma natural, llevarán a sus padres a una residencia de ancianos. Estos abuelos nada podrán reprochar a sus hijos, porque estarán muy bien cuidados y recogidos, tan bien o mejor que cuando ellos estaban en la guardería.
Cándido Gaspar
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